Eurídice sobre el mar de noche –empalagándonos en la transparencia de su anatomia.
hoy no es nada la del dia que amanece cuando te meces.
veo tus manos
veo a través de tu cuerpo
es como ver más allá de tu forma olvido tu figura por completo
sobre los ojos la luz al final del tunel, es mi no soy otra que la causa que rehúsas.
Sobre el mar
Ellas recogen [de noche] como frutas cuando se deshacen en eso las plantaciones.
Arrancan los ojos de otro que se sospecha…[sobre el mar] en el horizonte de lo que ya no tendré nunca
otro cuerpo no existe mientras las aves guardan su nombre. [el sobre mar]
y antes de hundirse en el agua deja ver su instrumento
abandonado [noche de] lejos
donde desmejora la precipitada densidad de la permanencia
que no es otra cosa que desesperar sentado en una hamaca de un parque que queda muy lejos de tu casa (Esta imagen me suena)
donde tenemos manos reales para un tiempo absoluto que es residuo de otro mas grande (recuerdo una mañana de marzo, mucho frío. Caminando por el patio de un colegio muy viejo, muy caro, muy malo. Una mas grande que la mía acercándose por encima de mi cabeza hacia lo mas profundo de mi conciencia.
Uno callado sobre la brisa del pelo, al acomodo singular de manos desorientadas durante las trenzas)
una interrupción perpetua en la que regodearnos con nuestra mugre
donde también se nos espera hasta para terminar de morir
(Un sometimiento cristalino criminal crispado ante una tumba, que tendrá que esperar años)
Sobre la noche el mar
que en el tránsito de bocas a otras bocas o en el espanto jocoso de los oídos ha
cambiado tanto de forma
que como el río [sobre el mar]
como la luna un día de marzo al lado de vidrios estridentes durante esas noches que
velan por nuestra suspensión permanente en nubes frescas
como la sensible presentación de versos que explotan en la sangre
como el sitio de tu cuerpo que estremece las figuras del dormitorio cuando los finales son instrumentales y sus colas larga espera de cafetería
una de esas cafeterías rojas o marrones en una esquina descarrilada de gentes donde encontramos a nuestra mujer invisible dentro de un río de gente, un caudal, un gran plato hondo de gente que le brota desde siempre hacia los costados por los que muere el cielo.
como la cosquilla que tienen tus pupilas, esa que no te deja ver mi esfera sin parpadear
- ya casi es leyenda
Alucinaciones:
Una anatomía de la sombra - Alejandro Tantanián.
Montaje.